El volcán mexicano ubicado a 65 kilómetros de la Ciudad de México es uno de los más peligrosos del planeta y lleva tres décadas en constante actividad.
Más de 25 millones de personas que viven a menos de 100 kilómetros del cráter, en las ciudades de Puebla, Cuernavaca, Atlixco, Ciudad de México, o más lejos aún, en Querétaro y Veracruz, han estado expuestas a la constante caída de cenizas del volcán Popocatépetl durante las tres últimas décadas. El volcán luego de un “silencio” de setenta años, “despertó” un 21 de diciembre de 1994 y desde entonces, su actividad no ha cesado, afectando la salud, la agricultura, las rutas aéreas, y la cotidianidad de las comunidades.
Científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Milenio Ckelar Volcanes, publicaron en la revista científica Journal of Volcanology and Geothermal Research un artículo titulado “Ashfall characteristics and development of the ash monitoring network during three decades of the long-lived eruption of Popocatépetl Volcano, México”, sobre un completo seguimiento que han realizado al volcán en este período de actividad eruptiva, implementando una red colaborativa para monitorear el volcán en conjunto con las comunidades que conviven alrededor.
Sistema de monitoreo volcánico
Se trata de un sistema de muestreo de cenizas volcánicas, con más de 200 estaciones instaladas alrededor del volcán que reciben la caída constante de material volcánico. Este sistema se complementa con un estudio multiparamétrico, que implicó observaciones satelitales y directas con sobrevuelos del volcán y seguimiento de sus sismos, construyendo así, un robusto y completo monitoreo, para entender su comportamiento durante este ciclo eruptivo.
“A lo largo de este tiempo realizamos una permanente detección, observación, medición, muestreos y análisis de la emisión de cenizas del Popocatépetl y sus impactos, para proporcionar asesoramiento a autoridades sanitarias, de protección civil y población”, explican Amiel Nieto, investigador del Instituto Milenio Ckelar Volcanes y Ana Lillian Martin Investigadora del Instituto de Geofísica de la UNAM, autores del estudio.
Trabajo colaborativo
El trabajo colaborativo con las comunidades que habitan alrededor del volcán ha fortalecido la red de muestreo de cenizas. “Bomberos, profesores, médicos, la protección civil, grupos de voluntarios, agricultores, entre otros, son parte de un grupo de coordinación y participación activa, para colaborar en la recolección de las cenizas volcánicas de manera periódica y dar aviso de la actividad del volcán”, detallan.
La colaboración entre el Instituto de Geofísica de la UNAM y del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias de México en esta investigación dieron cuenta de los efectos que tendría la permanente exposición de las personas a la ceniza volcánica ocasionando enfermedades respiratorias. Y las alianzas con el Sistema Nacional de Protección Civil de México, y con el Centro Nacional de Prevención de Desastres, CENAPRED, permitieron elaborar una infografía informativa sobre los peligros e impactos de la ceniza volcánica en la salud, que aconseja sobre las precauciones que se deben tomar ante la caída de ceniza.
Asimismo, detallan los expertos, este seguimiento al volcán mexicano ha permitido gestionar cambios en las rutas aéreas que antes sobrevolaban el volcán y hoy tienen otras rutas que no se ven afectadas por la actividad del volcán.
Caracterización del volcán
El estudio permitió caracterizar el volcán, el que destaca por “construir” domos de lava, es decir, un cuerpo de material volcánico que queda como un “tapón” en el cráter del volcán y puede demorar días a semanas en formarse. Este tapón luego explota en un orden de días o meses, generando una “lluvia” de ceniza que se dispersa a kilómetros alrededor del macizo y que los investigadores recolectan para estimar cuánto material volcánico emite en cada evento y determinar las características físico-químicas que ayudan a identificar el origen de la actividad volcánica y a determinar el nivel de peligrosidad que representa el volcán en sus diferentes etapas eruptivas.
En estos 30 años de estudio los expertos concluyen en que un pulso eruptivo “común” en el volcán alcanzan unos dos kilómetros de altura, sin embargo, existen episodios mucho más grandes como en el año 2001 donde la columna eruptiva alcanzó unos 13 kilómetros de altura sobre el cráter (18.5 km de altura sobre el nivel del mar), lo que significa que dentro del volcán hay más material magmático generando más presión en el volcán y por lo tanto, altas columnas eruptivas”, detallaron los científicos.