Columna de Susana Layana, doctora en Geología e investigadora postdoctorante del Instituto Milenio de Investigación en Riesgo Volcánico – Ckelar Volcanes, publicada en el Mercurio de Calama.
A principios de diciembre de 2022 el volcán Lascar tuvo un pulso eruptivo visible y explosivo, después de años de aparente silencio. El último “gesto” de actividad lo habíamos presenciado en este volcán nortino, ubicado en la Región de Antofagasta, en los años 2015, 2018 y enero de 2022, con erupciones menores. 30 años antes, el volcán más activo del norte de Chile, tuvo unas de las erupciones más grandes de los registros históricos de este volcán, que comenzó un 19 de abril de 1993 y acabó dos días después.
Fue una de las erupciones volcánicas más violentas de las que se tienen registro en Chile. En aquella ocasión el volcán Lascar –ubicado a 70 km al sudeste de San Pedro de Atacama– entró en una explosión que inclusive arrastró cenizas hasta las costas de Brasil. La columna eruptiva generada alcanzó hasta 23 km de altura y producto de su colapso dio origen a flujos piroclásticos que descendieron por las laderas del volcán en el área. Estos flujos de material volcánico alcanzaron una extensión máxima de unos 8 kilómetros al noreste, al ser encauzada por la quebrada de Talabre y 4 km al sudeste, donde hay depósitos con espesores por sobre los 3 metros.
Ahora, el volcán Lascar se encuentra en Alerta Naranja porque vemos que presenta actividad anómala. ¿Volverá a erupcionar? Posiblemente, lo que pasa hoy en Lascar, nos reafirma que estos volcanes están activos y deben estar constantemente monitoreados, porque tienen una larga data de recurrencia de erupciones más allá de tiempos históricos.
Que no tengan erupciones visibles y frecuentes, en ningún caso indican que la posibilidad que una erupción se vaya anulando, al contrario, si los volcanes son activos son potencialmente peligrosos y una erupción es siempre posible. De hecho, solo en la Región de Antofagasta, hay más de veinte volcanes activos o potencialmente activos.
Por esta razón, el Instituto Milenio de Investigación en Riesgo Volcánico – Ckelar Volcanes, mantiene un monitoreo constante en el Lascar, con sismómetros instalados en las inmediaciones del macizo nortino y, a través de imágenes satelitales Landsat, estudiadas por las y los volcanólogos, donde miden la energía termal que libera el volcán. Además, se realizan estudios de fluidos volcánicos, a través de muestreo directo y mediante una cámara ultravioleta (UV) de manera permanente que mide la desgasificación de dióxido de azufre, en una ventana de estudio de al menos 4 a 5 horas diarias.
Existe una tercera forma que estudiamos el Lascar, agrega la geóloga, que es tratar de entender la dinámica interna del volcán por medio de estudios geofísicos, y, saber por ejemplo, la ubicación de las cámaras magmáticas, y las distancias entre las cámaras y el cráter.
La actividad del volcán Lascar nos recuerda la importancia de monitorear estos volcanes constantemente, porque no dan tregua. Parecen estar “dormidos” por no tener actividad eruptiva visible y a diario, pero sin embargo, se encuentran activos. Como Instituto Milenio financiado por el Estado, estamos siempre estudiando el Lascar para entregar insumos para una política pública de Gestión de Riesgo de Desastre Volcánico, basada en evidencia.
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