Por:  Carolina Alvear, geóloga de Ckelar Volcanes 

Recuerdo haber tenido 10 años cuando subí a mi primera quebrada, la Quebrada de La Chimba, mi primer campamento y sin saber, un contacto con los cerros que no tendría vuelta atrás. Con mi grupo scout, viví mis primeros trekkings y junto a las golondrinas nacieron las primeras inquietudes. ¿Por qué los cerros eran cafés? otros rojos, algunos con matices amarillos, junto a mis amigas, cada una tenía su hipótesis, y sin percatarnos, el método científico ya era parte de nuestras vidas. 

Al mirar nuestro entorno ¿nos detenemos a observar? Quizá sí, quizá hay personas que se detienen a observar, a entender, escuchar y comprender lo que nos rodea. Quizá hay personas creando hipótesis de porqué los cerros son cafés, porque tienen diferentes colores. Quizá algunos van más allá y se preguntan, ¿cómo llegaron esos cerros allí? ¿Siempre estuvieron en ese lugar? ¿Con esa forma? ¿Alguna vez tuvieron árboles? ¿O hubo mar donde están esos cerros?

También hay personas formando sus teorías en base a su experiencia, tal vez ellos vivieron un aluvión, una erupción volcánica, tal vez antes por esa quebrada corría un río de la cual obtenían agua para su diario vivir. 

Otros, más afortunados, y con una gran responsabilidad social, al observar el mismo entorno, tienen el placer de comprender lo que no se ve, su formación y un sinfín de secretos recónditos. Gracias a todas esas hipótesis, hoy comprendemos mucho más nuestro planeta y consigo podemos mitigar de mejor manera sus riesgos. 

La curiosidad lleva a la investigación y esta es el combustible del saber. Cada descubrimiento es una pieza faltante del rompecabezas y gracias a ello, se logra entender de mejor forma, la importancia de lugares y organismos. Gracias a la ciencia y a la tecnología, cada año se vive mejor, mejoramos las viviendas, la salud, la alimentación y así un sinfín de avances científicos que nos permiten vivir más cómodos y más años. 

Estas son algunas de las razones por lo cual es importante comunicar ciencia. La difusión científica cobra un papel fundamental, de esta forma, las científicas y los científicos se enteran de los hallazgos de sus colegas, sin embargo, esto no puede quedar en la academia. 

Tengo la seguridad de que la comprensión de la ciencia destruye paradigmas y derriba barreras que obstaculizan el uso consciente de nuestros recursos no renovables, asegurando una mejor calidad de vida para nosotros y para futuras generaciones.  

Es un deber y un gran desafío poder comunicar ciencia a toda la comunidad a través de la divulgación científica, quien tome esta bandera debe ser creativo, lúdico y estar al tanto de los intereses y gustos de su público, estos servirán como puente y harán del aprendizaje, una experiencia entretenida. El Núcleo de Investigación en Riesgo Volcánico, Ckelar Volcanes de la Universidad Católica del Norte, ha formado un equipo multidisciplinario, donde cada integrante del equipo aporta su grano de arena en esta gran misión. 

Por ejemplo, la miniserie “Volcanología para todos”, tiene el objetivo de enseñar a niños y niñas, por medio de breves cápsulas y experimentos caseros, conceptos de nuestro planeta. La trama cuenta las aventuras de Aitzir, la vizcacha geóloga y su aprendiz, la llama Silar, quienes van descubriendo y enseñando el maravilloso mundo de los volcanes. 

De esta forma y con diferentes actividades, se busca acercar la ciencia a la comunidad por medio de un vocablo sencillo y cotidiano, deseando que estos nuevos hallazgos sean entendidos por todos y todas, contribuyendo a formar ciudadanos más críticos, con mejor calidad de vida y quienes puedan optar por tomar decisiones conscientes con fundamento en la ciencia y libertad del saber. 

Finalmente, es vital no perder la curiosidad, ni la capacidad de cuestionar. Sin importar la edad, aplicar el método científico en todo, hacer preguntas, investigar, crear hipótesis, probarlas, analizar, concluir y lo más importante, compartir los resultados. 

Carolina Alvear educando sobre vulcanología a niños en una feria científica en el Parque Croata, Antofagasta (2018)