Los geólogos y volcanólogos Marta Calvache y Luis Lara (Chile), compartieron con más de 150 personas que se conectaron a la charla online, sus experiencias profesionales y personales, con las erupciones del Nevados del Ruiz en 1985 en Colombia y Chaitén en 2008 en nuestro país, respectivamente.

“Hoy quiero compartirles todo lo que vivió y todo lo que Colombia aprendió de una gran tragedia como fue la erupción del Nevado del Ruiz en 1985. Por lo tanto, mi objetivo de esta charla es hablarle sobre la experiencia del Nevado, pero también la responsabilidad que tenemos los volcanólogos de generar conocimiento, pero que eso conocimiento llegue a los tomadores de decisión, pero nuestro gran desafío es que llegue a quienes en algún momento se vean expuestos y tomen una buen decisión. Ese es el corazón de la Gestión del Riesgo”.

Así comenzó su intervención la doctora Marta Calvache, geóloga de Colombia que cuenta con una amplia experiencia en GRD volcánico. La experta, junto al volcanólogo del Instituto Milenio de Investigación en Riesgo Volcánico – Ckelar Volcanes, y académico de la UaCh, Luis Lara y el director de Ckelar Volcanes y académico UCN, Felipe Aguilera, dieron vida a la primera sesión del ciclo de charlas Los Volcanes tienen su ciencia, llamada “Erupciones volcánicas en Latinoamérica: Una mirada desde la Gestión del Riesgo de Desastres”.

La experta colombiana basó su charla en la erupción volcánica más icónica de Latinoamérica y preguntó durante su intervención: ¿cómo es posible que en 1985 un volcán haga una erupción pequeña, desde el punto de vista volcánico, pero que generó flujos de lodo (lahares), que bajaron por los ríos que nacen en el volcán, provocando la muerte de 25 mil personas? “Entonces qué pasó ahí que terminó en una tragedia”, comentó.

El león dormido de Manizales

De acuerdo a la volcanóloga y ex directora del Geoamenazas del Servicio Geológico Colombiano-SGC, el Nevado del Ruiz es la cima más alta de la cordillera central de Colombia, alcanzando más de 5.300 metros sobre el nivel del mar. La experta explicó que las localidades pequeñas que están en las zonas bajas del volcán, fueron justamente las más afectadas por la erupción del Ruiz, especialmente Arnero. Desde Manizales, la ciudad más grande cercana al volcán, se podía ver claramente lo que los colombianos llamaban el León dormido de Manizales.

“Hace 37 años no existía en Colombia el monitoreo volcánico ni conceptos desarrollados de peligro o riesgo volcánico. Pero el Ruiz dio señales en el 84 ya que montañistas reportaban ‘cambios’ en el volcán y hubo una erupción que dejó con cenizas Manizales. Luego en 1985 los sismos más frecuentes, y hubo intentos de investigar. De hecho, en el 20 de julio se instala el primer sismógrafo y en octubre se publica el primer mapa de riesgo donde Armero aparece como la más afectada”, cuenta la doctora Marta Calvache.

El 13 de noviembre de ese mismo años hubo una erupción del Nevado del Ruiz en la noche, generando flujos piroclásticos y se generaron lahares por los cuatro ríos que nacen del volcán, dos de ellos –el Azufrado y el lagunillas– se unen y finalmente son los que llegan a la población de Armero. “Lo que la gente cuenta, que el ruido y la vibración eran tan grandes que algunas personas que vivían cerca de la ladera del río escapó hacía lugares más altos y se salvaron. Sin embargo, después de dos horas de la erupción el lahar llegó a la ciudad arrasando prácticamente con todo el centro de la ciudad”, explicó la geóloga colombiana.

De acuerdo a la doctora Calvache, hubo mucha desinformación y creencias populares asociadas a que el Nevado del Ruiz, no se ve desde Armero (que queda a 55 kilómetro del volcán) sino desde Manizales. Esto más la falta de monitoreo y conocimiento no permitieron hacer una buena gestión del riesgo y dió pie a lo que todos conocen como la tragedia de Armero. A partir de esta erupción, se creó el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres en Colombia.

Chaitén en 2008

Una de las erupciones emblemáticas que cambió la forma en que se estudian y monitorean los volcanes en Chile, fue la del volcán Chaitén el 1 de mayo de 2008. “Si bien la gran mayoría de las erupciones tienen precursores importantes, con este volcán no se conocieron porque no existía una red de monitoreo que permitiera identificarlos, por lo tanto, en términos concretos, la erupción empezó sin mayor aviso”, dice el doctor Luis Lara. Quién reconoce que había muy poca información sobre Chaitén, solo habían estudios que establecían que había tenido una erupción hace más de 9 mil años, lo que casi lo dejaba fuera de los volcanes activos incluso.

Por lo tanto, explica el volcanólogo chilenos, todo lo que se necesitaba para tomar una buena decisión con la información disponible, no funciona cuando no hay estaciones de monitoreo, ni conocimiento previo disponible para sugerir o adoptar medidas previas y más bien lo queda es reaccionar frente a un episodio eruptivo, que ya se encuentra en desarrollo. Esto considerando que la localidad de Chaitén se encuentra ubicada a tan solo 12 kilómetros aguas abajo del volcán.

“No se trataba de un episodio menor, porque se trataba de una erupción importante con columnas eruptivas de gran altura ­–un poco más de 20 km–, y lahares que se desarrollaron semanas después del inicio de la actividad volcánica (que duró más de un año) –producto una intensa lluvia ­que removió un importante volumen de cenizas–, que destruyeron gran parte de la localidad. Estos eventos llevaron a evacuar a más de 5 mil personas”, contó el experto durante la charla de Ckelar Volcanes.

El académico de la Universidad Austral explicó que como se trató de una erupción volcánica muy singular en términos de su magnitud y de la composición del magma, entre otros parámetros, eso motivó una tremenda producción de conocimiento científico. “El efecto más directo a nivel nacional que se produjo tras la erupción del Chaitén, agrega el doctor Lara, es que se estableció un programa nuevo en el Servicio Nacional de Geología y Minería, que se llamó la Red Nacional de Vigilancia Volcánica, que permite la mantención de una red de estaciones de vigilancia y generación de información de los peligros volcánicos a escala nacional”.

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